Ejemplos de texto literario y no literario.
Texto no literario.
Canelones de espinaca con salsa
bechamel
Ingredientes:
Para el relleno:
- 300 gr de espinaca
- 200 gr de ricotta
- 100 gr de queso de rallar 3 cebollas medianas
- Sal y pimienta a gusto.
Para las crepes:
- 2 huevos
- 300 gr de harina 0000
- 1 cucharada de manteca derretida
- 100 cc de leche
- Sal y pimienta a gusto
Para la salsa:
- 500 cc de leche
- 2 cucharadas de almidón de maíz
- sal, pimienta, nuez moscada, ají molido a gusto.
Preparación:
Paso 1: Rehogar las cebollas picadas previamente en
un sartén, agregar la espinaca. Retirar del fuego.
Paso 2: En un bol agregar la preparación anterior.
Incorporar los quesos y condimentar a gusto. Dejar separado.
Paso 3: Batir los huevos, incorporar la manteca de
a poco. Luego agregar la leche. Condimentar a gusto. Paso 4: Incorporar la harina de a poco sin dejar de batir hasta que quede una preparación de consistencia homogénea.
Paso 5:
Cocinar en la panquequera pre calentada las crepes de ambos lados.
Paso 6: Armar los canelones colocando a cada
panqueque el relleno preparado anteriormente y enrollando. Colocar uno al lado
del otro sobre una fuente previamente en mantecada.
Paso 7:
Colocar un sartén a fuego mínimo. Mezclar todos los ingredientes juntos de la
salsa y revolver sin parar hasta que la salsa se espese.
Paso 8:
Verter la preparación anterior sobre los canelones en la fuente, colocar queso
rallado o mozzarella y gratinar en el horno.
Texto Literario
Donde se formula una pregunta.
Elías Baley pugnó denodadamente por dominar el pánico. Durante dos semanas el miedo había ido en aumento. Empezó a sentirlo desde el mismo día en que requirieron su presencia en Washington para decirle, como si tal cosa, que le habían asignado su nuevo destino.
Aquella convocatoria era de por sí bastante turbadora. Pero, además, había llegado sin previo aviso, como si se tratase de una citación, lo que contribuía aún más a empeorar las cosas. Al propio tiempo le adjuntaban unas tarjetas de embarque que comprendían sendos viajes de ida y vuelta en avión, lo cual resultaba doblemente intranquilizador.
Por una parte, el miedo derivaba de la sensación de urgencia que despertaba la orden de tomar el avión, y por otra, del hecho de tener que utilizar este medio de transporte; ni más ni menos. Sin embargo, por el momento no era más que un temor incipiente y, por ello mismo, fácil de dominar.
A fin de cuentas, Elías Baley ya había volado en cuatro ocasiones. Una vez incluso cruzó el continente. Así, pues, aunque viajar en avión le resultara poco grato, tampoco era como dar un paso en e1 vacío.
El vuelo de Nueva York a Washington sólo duraría una hora, y el aparato despegaría de la pista número 2 del aeropuerto de Nueva York. Esta pista, como todas las oficiales, estaba convenientemente encerrada y cubierta y contaba con una compuerta que se abría para dar salida al espacio libre una vez el avión había alcanzado la velocidad de despegue.
Además, como Baley sabía muy bien, el avión no tenía ventanillas, pero sí una excelente iluminación, buena comida y toda clase de facilidades. El vuelo teledirigido se realizaría sin contratiempos, y apenas tendría sensación de movimiento cuando el avión se hallase en el aire.
Elías Baley pugnó denodadamente por dominar el pánico. Durante dos semanas el miedo había ido en aumento. Empezó a sentirlo desde el mismo día en que requirieron su presencia en Washington para decirle, como si tal cosa, que le habían asignado su nuevo destino.
Aquella convocatoria era de por sí bastante turbadora. Pero, además, había llegado sin previo aviso, como si se tratase de una citación, lo que contribuía aún más a empeorar las cosas. Al propio tiempo le adjuntaban unas tarjetas de embarque que comprendían sendos viajes de ida y vuelta en avión, lo cual resultaba doblemente intranquilizador.
Por una parte, el miedo derivaba de la sensación de urgencia que despertaba la orden de tomar el avión, y por otra, del hecho de tener que utilizar este medio de transporte; ni más ni menos. Sin embargo, por el momento no era más que un temor incipiente y, por ello mismo, fácil de dominar.
A fin de cuentas, Elías Baley ya había volado en cuatro ocasiones. Una vez incluso cruzó el continente. Así, pues, aunque viajar en avión le resultara poco grato, tampoco era como dar un paso en e1 vacío.
El vuelo de Nueva York a Washington sólo duraría una hora, y el aparato despegaría de la pista número 2 del aeropuerto de Nueva York. Esta pista, como todas las oficiales, estaba convenientemente encerrada y cubierta y contaba con una compuerta que se abría para dar salida al espacio libre una vez el avión había alcanzado la velocidad de despegue.
Además, como Baley sabía muy bien, el avión no tenía ventanillas, pero sí una excelente iluminación, buena comida y toda clase de facilidades. El vuelo teledirigido se realizaría sin contratiempos, y apenas tendría sensación de movimiento cuando el avión se hallase en el aire.
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